lunes, 4 de agosto de 2008

Schwenke & Nilo: Los 29 años de un viaje

En Chile, por lo menos, el matrimonio es una institución en crisis y por ese mismo motivo se agradece tanto que la unión entre Nelson Schwenke y Marcelo Nilo se siga prolongando por 29 años a pesar de los pesares.

El lugar elegido para celebrar la víspera de los 30 fue el mismísimo Teatro Cariola, otrora escenario de multitudinarios conciertos de oposición a la dictadura militar, época en la cual el dúo valdiviano tuvo la difícil misión de difundir por la capital sus temas de refinada denuncia y poesía.

Este sábado 2 de agosto el recinto de calle San Diego no dio abasto para recibir a tanta gente que seguramente siguió y sigue de cerca la carrera de estos cantores que con casi nula presencia mediática –tanto en dictadura como en post dictadura- se han ganado un singular espacio en la historia de la música chilena.

Es cierto: los años tampoco pasan en vano y obviamente el desgaste de las voces se hace sentir, pero los grandes atributos escénicos del dúo permanecen invariables. Tanta circunspección en los textos se ve matizada en los escenarios gracias a la provocativa lengua de Nelson, algo así como la “parte cómica” del binomio, capaz de hacer estallar en carcajadas al público y sonrojar hasta a su propio compañero.

El recital fue parte del ciclo “Canto con historia” que organiza Apablaza Producciones en el Cariola y sirvió para demostrar que los mensajes de las canciones que marcaron un hito en la cultura alternativa de la época pueden ser perfectamente adaptables a la realidad de hoy. Por eso, en el concierto alternaron los temas de su último disco (Volumen 8) con aquellos que sin ninguna duda se convirtieron en verdaderos himnos de esa juventud y que desde la óptica de hoy hacen reverdecer los sueños de una utopía social que se derrumbó como un frágil castillo de arena.

Por supuesto, el sur de Chile es un referente obligado en sus canciones. No olvidemos que ambos se conocieron siendo estudiantes de la Universidad Austral de Valdivia y en cada interpretación brota de inmediato esa añoranza por el exuberante paisaje de la zona. “Ruta Sur”, “Lluvias del sur”, “Allá en el sur”, “Valdivia 1960” (canción que recuerda el terremoto de aquel año) y “El Canelos” (barco de carga que se hundió luego de la catástrofe), fueron temas que apuntaron a la nostalgia de valdivianos y chilotes que se dieron cita este sábado.

En lo particular, mi admiración por el trabajo de Schwenke y Nilo es muy profunda, aunque no tan antigua. A mediados de la década del noventa, lo único que había escuchado era una palabra, en un dialecto extraño tal vez, algo así como “Chuenquinilo”. Aunque si fuerzo mi memoria, recuerdo haber pasado alguna vez por la feria Santa Lucía y haber visto en algún paño tendido algún casete del dúo, probablemente el Volumen 1, editado el año 1983.

¿Qué me impresionó cuando pude escucharlos gracias al sabio consejo de un amigo? Primero, el nivel de las letras, capaces de articular un reclamo, un deseo de justicia, expresado de una forma elegante y distinguida. Sin duda, una fórmula necesaria para esquivar la mordaza implacable, pero que los catapultó dentro de los grupos nacionales –creo humildemente- que alcanzó mayor vuelo poético del denominado Canto Nuevo.

Musicalmente hablando, me llamó la atención su búsqueda incesante por definir un estilo propio, tomando raíces de la tradición trovadoresca latinoamericana, pero también abiertos a la incorporación de instrumentos electrónicos. La evolución más notoria se devela a partir de su tercer disco, donde existen sutiles guiños hacia ritmos característicos de otras latitudes. Aún así, sigo pensando que sus dos primeras producciones (donde están presentes “El viaje”, “Lluvias del sur”, “Pate’ vaca”, “Nos fuimos quedando en silencio”, “Con datos de la Unicef”, “Hay que hacerse de nuevo cada día” y tantos otros “emblemas”) son realmente insuperables. Injusto sería dejar fuera a Clemente Riedemann, poeta valdiviano que escribió las letras de muchos de estos himnos.
Por eso, siempre me es saludable volver a Schwenke & Nilo. Porque en plena era informática me hizo regresar a los viejos y roñosos casetes. Porque volví a sentir el aroma del sur y hasta de la Kunstmann valdiviana en cada una de las letras. Porque pude ver nuevamente al “Canelos” tumbado en el Calle-Calle. Porque confirmé la vigencia de sus canciones. Y sobre todo porque se hacía urgente una noche de poesía en una ciudad cada vez menos generosa en sus afectos.